Su nombre deriva del
verbo aymara alaña, “comprar”, y puede traducirse como “Voy (o vas) a comprar,
nomás”. Se trata de un inmenso mercado callejero en el que se venden las
miniaturas que se ofrendan al Ekeko (además de los propios Ekekos, por
supuesto).
Originalmente, la
feria solía celebrarse coincidiendo con el solsticio de verano en el hemisferio
sur, es decir, hacia el 24 de diciembre. Durante la colonia se mantuvo la
costumbre entre los estratos populares. Sin embargo, tras el cerco de La Paz en
1781 por parte del caudillo aymara Tomás Apaza Nina o Tupaq Khatariy su
subsiguiente derrota, el gobernador-intendente Sebastián Segurola trasladó la
fiesta al 24 de enero, en acción de gracias a la Virgen de La Paz por aquella
victoria contra los insurgentes indígenas. Desde entonces, en esa fecha tiene
lugar la Feria de las Alasitas, que convoca a artesanos de toda Bolivia... y a
compradores de deseos en miniatura.
En principio, las
“illas” o amuletos de ofrenda al muñequito se intercambiaban mediante trueque.
Su comercialización vino mucho después.
Aunque todos hablan en
nombre de la tradición, curiosamente no dicen lo mismo. Según unos, estos
objetos deben adquirirse a las doce del mediodía con toda la fe que se pueda
juntar, y luego deben ser ch’allados, es decir, mojados con la bebida que se
brinda generalmente a la Pachamama, la Madre Tierra. Sin embargo, para otros es
la ch’alla propiamente la que debe realizarse al mediodía. Junto a la bebida
alcohólica puede utilizarse algún sahumerio y hasta pétalos de rosas, y el rito
debe ser practicado por personas especializadas en esos menesteres. Muchos van
luego a la iglesia para que el sacerdote bendiga los elementos con agua
bendita. Tras tantos años de convivencia, los curas andinos han aceptado la
imagen del Ekeko y participan en tales actos, a pesar de que contradigan, en
ocasiones, los principios de la religión y la propia liturgia cristiana.
La Feria de las
Alasitas exhibe un muestrario de verdaderas obras de arte en pequeño formato,
elaboradas en un abanico de materiales, tales como cerámica, yeso, lana, paño,
mimbre, metal, piedra, cuero y plástico. Los puestos se clasifican según estas
materias primas, destacando los de yeso (casas, animalitos, etc.), lata (coches
y otros vehículos, refrigeradores, ordenadores), madera (elementos de cocina,
muebles), cuero (animalillos), caña (instrumentos musicales) y alimentos
(bolsitas con granos de cereales, legumbres, harina, azúcar, fideos, café,
etc.). El dinero que se ofrece al Ekeko es especial: son representaciones en
pequeño de billetes y monedas (generalmente dólares, euros y bolivianos) y
llevan la identificación “Banco de la Fortuna” o “Banco de Alasitas”. No
obstante, para diferenciarse entre sí, en las ferias de algunos lugares pueden
observarse rótulos particulares como “Banco de Urkupiña” o “Banco de
Copacabana”.